Como todo viaje presupone, hay un capítulo dedicado a los suvenires, aquellos que vuelven en la valija o para esos placeres efímeros que quedaran en la memoria de los viajeros: el aroma de los limones de la Provenza, el sabor del queso francés o de los dátiles turcos, entre otros manjares al alcance de la mano. Para poder remitirnos cada tanto a estas inolvidables experiencias existen los mercados callejeros. En esta oportunidad seleccionamos los imperdibles europeos para facilitar la tarea de los viajeros.
Cuatro imperdibles mercados callejeros de Europa
EL RASTRO DE MADRID
Los domingos y días festivos, de 9 a 15, El Rastro es un hervidero de gente: el mercado de Madrid, que se localiza en el barrio de La Latina, constituye un paseo obligado para lugareños y visitantes. Con más de 400 años de historia, debe su nombre a la época en que en el lugar se concentraban las curtidurías, las cuales recibían las reses del matadero, dejando un rastro de sangre. De hecho, en la actualidad el mercado se sitúa en torno a la Ribera de Curtidores, una cuesta pronunciada a lo largo de la cual se extienden cientos de puestos con los objetos más variopintos a la venta, desde utensilios de cocina hasta muebles, películas, ropa usada o enchufes. A pesar de las aglomeraciones que se forman en algunas zonas, resulta agradable pasar una soleada mañana de domingo recorriendo los puestos donde lo antiguo se mezcla con artículos más modernos, para saboreando unas tapas en los bares de la zona. Pero antes vale la pena recorrer los alrededores, en particular Fray Ceferino González, conocida como la calle de los pájaros, donde hoy sólo quedan algunas tiendas especializadas; San Cayetano, también bautizada como la calle de los pintores, que reúne locales en los que se pueden comprar cuadros además de materiales para pintar; la calle de Rodas, Plaza del General Vara del Rey y Plaza de Campillo del Mundo Nuevo, especializadas en la compra-venta de revistas, cromos y juegos de cartas; y del Carnero y de Carlos Arniches, que venden libros antiguos.
CAMPO DEI FIORI EN ROMA
Las calles de Roma son un estímulo permanente para los sentidos: el tránsito que no se detiene, la gente que vocifera, los aromas de los cafetines y las campanadas crean una sinfonía única que se condensa en uno de los puntos de encuentro ineludibles de la capital italiana: el mercado de Campo dei Fiori. Esta suerte de zoco romano se localiza en la plaza Campo dei Fiori y sus orígenes se remontan a mediados del siglo XV, cuando se urbanizaron los alrededores del río Parione, uno de los cauces de agua que corre entubado debajo de Roma. La plaza está rodeada de magníficos edificios civiles y en su centro está emplazada la sórdida escultura que recuerda al filósofo, escritor y fraile dominico Giordano Bruno, acusado de herejía y quemado por la Inquisición en esta misma plaza. Sin embargo, el lado oscuro de la historia queda en el pasado al adentrarse en los pasillos del mercado donde resaltan los brillantes colores de las sombrillas utilizadas para proteger los productos de los puestos de flores, frutas y verduras. Es un placer recorrer los puestos del mercado (que funciona de lunes a sábado de 7 a 14) para comprar y degustar carnosos alcauciles, crujientes tomates disecados, olivas de alta calidad, flores y plantas aromáticas, sombreros, delantales de cocina estampados con el musculoso torso del David y otros singulares suvenires italianos. En este punto vale resaltar que, a pesar de que Roma es una de las urbes más turísticas del mundo, el mercado de Campo dei Fiori sigue funcionando como abastecedor de productos frescos; por eso visitarlo significa tomar contacto con una arista autóctona, real y cotidiana del pulso romano.
LA RUE MOUFFETARD EN PARIS
Este bellísimo rincón parisino es un mercado que se extiende por la rue de Mouffetard desde la Place Saint Médard hasta la place de la Contrescarpe. Está abierto de martes a sábado por la mañana, en la frontera entre el Barrio Latino y Saint Germain des Prés, sobre la orilla izquierda del Sena. Una recorrida por sus puestos nos depara un viaje por los rincones más encantadores del país galo, además de la degustación y contemplación de las frambuesas y frutillas de la campiña, los ramitos de hierbas aromáticas y limones de la Provenza, las trufas de Aquitania, el característico aroma parisino del pollo ahumado, al igual que de innumerables variedades de quesos y panes de todo el país. Un párrafo aparte merece la ceremonia, tan casual como sofisticada, de probar allí mismo un puñado de ostras. Vale la pena hacer un alto al toparse con la mesa callejera donde están exhibidas y clasificadas como verdaderas piezas de arte.
EL BARRIO ATENIENSE DE MONASTIRAKI
Es uno de los más característicos de la antigua Atenas, con calles estrechas, plazoletas y edificios antiquísimos. Sus arterias principales, Ermou y Adrianou, concentran el flujo de peatones que atraviesan esta zona. El pulso comercial diario se palpita a lo largo de la calle Adrianou, que funciona como un verdadero mercado al aire libre y se extiende desde la biblioteca de Adriano hasta la estación del metro de Thisío. En las tiendas de Adrianou se comercializan antigüedades, sedas, camisas de lino, cuero, suvenires con piedras semipreciosas, delicadas pashminas, esponjas vegetales y manjares comestibles como dátiles, higos y licor de ouzo, entre otros. Al caer la tarde, luego de regatear precios, en el idioma que sea, sugerimos hacer una escala en alguno de los cafés de la zona, para admirar la impactante vista hacia el Ágora y la Acrópolis.
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