En el bullicioso corazón de la Ciudad de México, entre rascacielos y avenidas concurridas, se esconde un secreto encantador: los Pueblos Mágicos que añaden un toque de tradición y serenidad a la vibrante metrópoli. Estos rincones pintorescos, reconocidos por sus historias ricas y culturas arraigadas, ofrecen a los residentes y visitantes una paleta diversa de experiencias.
Caminar por las calles empedradas y admirar la arquitectura colonial, sumergirse en festivales locales que celebran tradiciones ancestrales y deleitarse con la autenticidad de la gastronomía regional, son solo algunas de las maneras en que estos Pueblos Mágicos dentro del Estado de México invitan a descubrir una cara diferente de esta metrópoli cosmopolita.
1. El Oro, uno de los Pueblos Mágicos dentro del Estado de México
El Oro, Pueblo Mágico del Estado de México, es una de las antiguas glorias mineras del país. Se localiza en la parte montañosa de la entidad, al noroeste de la capital del Estado de México, limita al norte con el municipio de Temascalcingo; al noroeste y poniente con el municipio de Tlalpujahua, Mich.; y al oriente con los municipios de Atlacomulco y Jocotitlán.
Y aunque su esplendor minero hace mucho tiempo que se agotó, aún sigue destacando como un imán turístico de gran respeto. Posee señoriales edificios que cautivan la atención de los visitantes y los incita a buscar mayores referencias de su apasionante historia.
Si se llega temprano a esta comunidad mexiquense se tendrá la oportunidad de ver cómo abren los diferentes negocios. Luego, conviene recorrer sus calles pintorescas de suelos empedrados y así llegar al tradicional Jardín Madero. Se trata de un apacible lugar con encantadoras bancas y una densa arboleda, excelente para observar al pueblo despertar paulatinamente. En las panaderías colindantes al Jardín Madero sirven rico café caliente y suculentos bizcochos.
2. Malinalco
Malinalco, el Pueblo Mágico encaramado en las montañas del Estado de México, se erige como un destino turístico que cautiva con su combinación única de historia, arquitectura y belleza natural. Este encantador rincón mexicano, a solo unas horas de la Ciudad de México, ofrece a los visitantes una experiencia rica en cultura y aventura.
Con su centro histórico empedrado y la imponente Iglesia de la Transfiguración, Malinalco transporta a los visitantes a épocas pasadas. Declarado Pueblo Mágico en 2010, este lugar resguarda la Pirámide de los Guerreros Águila y Jaguar, un sitio arqueológico que narra la conexión entre la cultura mexica y la civilización local. Los murales prehispánicos y la arquitectura colonial dan vida a una rica historia que se despliega en cada rincón.
Rodeado por la Sierra de Malinalco, este destino turístico invita a los amantes de la naturaleza a explorar sus paisajes montañosos, senderos y cascadas, como la famosa Cascada de los Frailes. Además, el Cerro de los Ídolos brinda espectaculares vistas panorámicas que recompensan a quienes se aventuran a su cima.
3. Villa del Carbón
Villa del Carbón, un tesoro escondido en el Estado de México, se revela como un destino turístico fascinante que combina la riqueza histórica, la naturaleza exuberante y el encanto de un Pueblo Mágico. Este idílico rincón mexicano, ubicado a unas dos horas al norte de la Ciudad de México, ofrece a los visitantes una experiencia enriquecedora y auténtica.
Con sus calles empedradas y la Iglesia de San Juan Bautista, Villa del Carbón evoca la nostalgia de épocas pasadas. Declarado Pueblo Mágico en 2011, este lugar preserva su herencia minera a través de sus construcciones coloniales y la histórica Presa Taxhimay, que alguna vez abasteció de agua a la industria carbonera de la región.
Enmarcado por bosques y montañas, Villa del Carbón invita a los amantes de la naturaleza a explorar sus alrededores. El Lago de Villa del Carbón ofrece oportunidades para la pesca y actividades acuáticas, mientras que el Cerro Gordo y el Cerro del Cuervo son destinos ideales para los entusiastas del senderismo y la observación de aves.
Los visitantes pueden deleitarse con la gastronomía local en los mercados y restaurantes tradicionales, donde platillos como el mole y las carnitas son una muestra de la rica tradición culinaria de la región. Ferias y festivales a lo largo del año celebran las tradiciones y la artesanía local.
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