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Rafael Spregelburd: "Hoy es difícil imaginar un lugar completamente desconocido"

Rafael Spregelburd (1970) es actor, director, dramaturgo y traductor. Su trabajo en estas disciplinas le permitió recorrer el mundo. Las giras por Europa, los festivales de teatro en América y las vacaciones familiares "donde se pueda" funcionan como disparadores para esta charla, donde la vida, el arte y los viajes trazan un itinerario "a medida".

‒ ¿Qué tipo de viajes experimentaste durante la infancia? ¿Qué recuerdos te generan?

‒ Viajé muy poco en la infancia. Nunca en aviones. Lo más remoto eran las vacaciones en carpa en Chapadmalal o Santa Teresita. Los recuerdos son siempre muy felices, fue una infancia agreste y sin muchas comodidades, pero todo era aventura.

‒ Desde entonces, ¿cómo evolucionaste como viajero?

‒ Ahora cada viaje acarrea algunos malestares: dejar la casa (y a la familia) es cada vez más difícil. Pero en general pacto con el arte de viajar una fórmula mágica: la neurosis dura hasta que me siento en el avión. Allí el viaje se vuelve a convertir simplemente en viaje: en vida regalada. ‒Actualmente, ¿cómo planificás las vacaciones? ¿Qué destinos recomendás para visitar en plan familiar?‒Las vacaciones suelen ser en mi caso un punto intermedio entre un trabajo y alguna obligación. Viajo mucho por el teatro, así que a veces la vida laboral se combina con la familiar y a veces no. No me hagan caso con las recomendaciones: yo mandaría a todo el mundo a Italia todo el tiempo. Cuando logramos abrir un paréntesis en el trabajo para hacer vacaciones de verdad en familia (tenemos dos niños chiquitos) solemos elegir la playa: casi siempre Brasil o México. Sin embargo, nos hemos visto obligados a tomar vacaciones en destinos menos convencionales, como Coimbra (Portugal), Berlín (Alemania), Bolonia y Torino (Italia) o Lund (Suecia), donde mi hijo Antón dio sus primeros pasos. ‒¿Cuáles son tus principales motivaciones para viajar?‒Viajo principalmente por trabajo. Me gusta conocer los sitios (y su gente) a través de actividades reales y no como turista de paso. Mi trabajo es muy privilegiado en ese sentido.

‒ ¿Cómo te preparás para visitar un lugar desconocido?

‒ En la cultura de hoy es difícil imaginar un lugar completamente desconocido. Es cierto que siempre estarán China, India, África o el Polo Norte. Pero es improbable que mi trabajo me lleve a esos lugares. Quizás el sitio más intrigante en el que he estado fue Rusia (Moscú y Rostov) y creo que me preparé con algo de obsesión: empecé a estudiar ruso, porque si no es imposible leer las estaciones del subte. La cultura rusa es fascinante y desconocida.

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Una postal típica en La Habana.
Una postal típica en La Habana.

‒ ¿Qué lugares inolvidables pudiste conocer gracias a tu trabajo?

‒ Muchísimos. Cada sitio es singular cuando uno así lo vive. Hay ciudades donde me sentiría muy a gusto viviendo como residente definitivo como Berlín, Roma, Barcelona, Río de Janeiro, Hamburgo, Londres, Montreal, Génova, Bruselas, Estocolmo, Lisboa, pero también hay sitios de los que guardo recuerdos hermosos y en los que me resulta raro imaginarme viviendo: Venecia, Edimburgo, Cardiff, Bogotá, Cuenca, Oaxaca, Caen, Praga, Girona, Stuttgart, Karlsruhe, Lübeck y Malmö.

‒ Durante los viajes vacacionales: ¿Te podés despegar de tu costado creativo o a veces te descubrís relevando y promoviendo situaciones que podrían traducirse en tus trabajos?

‒ Si son vacaciones trato de desconectar todos los cables. No siempre es posible. Por ejemplo, soy columnista de un diario desde hace más de 10 años, y pase lo que pase y esté donde esté, cada miércoles de mi vida debo imaginar un pequeño relato u opinión. Así que es inevitable que el sitio en el que me encuentro sea la tela sobre la que pintar esas aguafuertes.

‒ En tu caso, ¿el estado de viaje alimenta la creatividad?

‒ Para fomentar la creatividad no hay nada mejor que vaciar la mente y estar atento a los matices que normalmente no percibimos cuando andamos atrás de algún problema concreto.

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En un mercadillo navideño de Hamburgo.
En un mercadillo navideño de Hamburgo.

‒ Durante una gira teatral: ¿Cómo se organiza el grupo en general? ¿Hay tiempo para hacer turismo?

‒ Depende mucho de las condiciones de la invitación. Estos viajes son cada vez más cortos y puntuales. A veces ni siquiera hay tiempo para montar la escenografía y ya estamos ensayando para garantizar una buena función. Pero en otras ocasiones, en los puntos de una gira quedan días “muertos” o fechas sin funciones. Allí hay tiempo para todo: para hacer turismo, para visitar amigos desperdigados por el mundo o para encerrarse a dormir. También es habitual enfermarse durante las giras y hay que cuidarse mucho. A mí en especial me resultan muy peligrosos los lugares altos y me falta el aire para hacer funciones fatigosas. Así que siempre sufro más de lo normal en México, Quito o Bogotá.

‒ Teniendo en cuenta tu experiencia en “Arquitectos, maestros del espacio” (Canal Encuentro) ¿Cómo se leen los destinos a través de su arquitectura?

‒ Es muy curioso, porque la arquitectura de un lugar es casi lo primero que percibe el ojo del turista desprevenido. Aunque no sepas nada de arquitectura, una primera impresión casi siempre es provocada por los edificios que ves y hay ciudades que impresionan mejor que otras en este sentido. Mi trabajo me ha llevado siempre a Europa, donde los movimientos arquitectónicos son ricos y se acumulan como capas unos sobre otros. A veces, esta acumulación es caótica y densa (como en Londres, que al principio te puede parecer infinitamente más fea que París o Barcelona). Pero a la larga la primera impresión arquitectónica desaparece o se complejiza.

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"Si son vacaciones trato de desconectar todos los cables", cuenta Spregelburd.

‒ ¿Qué destinos o eventos a nivel nacional o internacional le recomendás tener en cuenta a los aficionados al teatro/cine, a nivel mundial?

‒ Para las artes escénicas, Londres es siempre una plaza segura. Nuestras mayores influencias teatrales suelen venir de allí, para bien o para mal. Cada vez es más frecuente que el West End (un circuito megacomercial) aloje expresiones más radicales, más experimentales, surgidas de teatros de vanguardia, que produjeron obras exitosas que el público quiere seguir viendo. Yo naturalmente me siento muy cercano a teatros tradicionalmente vinculados a mi formación, como el Royal Court Theatre, el National Theatre en Londres o la Schaubühne en Berlín, un teatro muy focalizado en principio en las nuevas escrituras y que nunca me defrauda.En cuanto a festivales internacionales, los hay muchos y de todos los colores. Prefiero sugerir aquellos de países donde podemos entender el idioma de la pieza o el del subtitulado (en mi caso: inglés, alemán, italiano o catalán). Si estoy en latitudes remotas, como la República Checa, prefiero abordar obras de danza o de música, porque para mí es muy importante disfrutar del teatro de texto tal como ha sido concebido por sus autores. Los festivales más importantes del mundo están diseminados y en general tienen curadurías muy sabias y muy polémicas: todos valen la pena, el Fringe Festival de Edimburgo, el FIND de la Schaubühne en Berlín, el de Avignon, el Iberoamericano de Bogotá y el de Otoño de Madrid se cuentan entre los más importantes. Y si se trata de Festivales de Cine, la cosa es aún más amplia: Cannes, Venecia, Berlín, Locarno, Toronto y –por supuesto- Mar del Plata.

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