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¿Nace una estrella?

La periodista de nuestro staff Gabriela Macoretta nos comparte una anécdota que tuvo lugar en Nueva York, más precisamente en el Museum of Modern Art (MoMa), donde se presentaba una muestra de Yoko Ono. En ese escenario la protagonista de la historia se convirtió en parte de una performance de la artista. 

En el Midtown de Manhattan –exactamente en la calle 53, entre las avenidas 5º y 6º–, con la nariz apoyada contra el vidrio de la puerta, le prometí y me prometí volver. En mi primera incursión por Nueva York, en 2001, una sucesión de hechos desafortunados hizo que me quedara sin la posibilidad de visitar el Museum of Modern Art (“el famoso MoMA”).

Unos cuantos años después, en mayo de 2015, al regresar a la Gran Manzana, la magia que generan los viajes, las chispas del destino y los siempre extraños sucesos de sincronización hicieron que no sólo cumpliera el sueño de recorrerlo y admirar sus obras, sino que me regalaron un bonus-track. O, mejor dicho, dos.

Comencemos por el primero: acababa de inaugurarse allí nada menos que una muestra de Yoko Ono, que consistía en un repaso de sus obras realizadas entre 1960 y 1971, y además en la reivindicación del MoMA con la artista, a quien había menospreciado por décadas, quizás también por su “irreverencia”. Sucede que, sin saberlo al principio, a finales de 1971 el MoMA le había dedicado un espacio: mediante anuncios en los periódicos Yoko invitó a la gente a participar del “One Woman Show”, a realizarse en Museum of Modern (F)Art. Y aquí hay que decir que, al introducir esa F, convirtió al gran MoMA en el “Museo del Pedo Moderno”. En resumen, quienes se acercaron para ver la muestra no encontraron obras de la artista, sino a un hombre en la puerta con un cartel que invitaba a seguir y observar a las cientos de moscas que Yoko había liberado en las salas del museo.

Casi 44 años después, al inaugurarse la muestra reivindicadora, ese episodio fue considerado “una especie de proyecto conceptual” por el actual director del museo, Glenn Lowry.

Por tal motivo, la muestra llevó el mismo nombre de entonces. Incluyó 125 obras, entre dibujos, instalaciones, videos, música y performances, como la célebre Bag piece –realizada originalmente para “Works of Yoko Ono”, en Tokyo, 1962–, que representa a dos amantes revolcándose dentro de una sábana negra. Parada frente a esta última, llegó el segundo bonus-track de mi viaje: fui invitada a introducirme en la mismísima Bag piece y hacer ¡una performance propia! ¡En la muestra de Yoko Ono! ¡En el MoMA! ¿Qué tal?

 

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