A 2 horas y media de París en tren emerge un área salpicada por viñedos que dan vida a los mejores vinos del mundo. Allí mismo echaron raíces en tiempos medievales un racimo de pueblos en la Borgoña que deslumbran con sus rincones de ensueño y constituyen excelentes excursiones para hacer en Francia.
Pero primero haremos una parada obligada en la capital de la Borgoña, en Dijon, cuyo patrimonio data de la Edad Media, y cuyo trazado sigue las líneas del Renacimiento.
Allí hay que visitar el Palacio de los Duques, cuyos primeros cimientos datan del siglo XIV aunque luego fue reformado y hoy acoge un museo; la Torre Philippe Le Bon, un símbolo citadino; la catedral de St-Bénigne, la iglesia de St-Michelan Miguel, Notre-Dame y Jacquemart; así como otros suntuosos edificios en piedra de Borgoña con sus famosos techos con tejas esmaltadas.
Además de los parques y los vinos, Dijón (y toda la región) es famosa por sus productos gastronómicos: la mostaza de dijón, el pan de especie, crème de cassis y el boeuf bourguignon.
NOYERS-SUR-SEREIN.
Con sus casas señoriales de piedra, construcciones con entramado de madera, capillas antiguas y plazas de antaño, Noyers-sur-Serein es un poblado medieval, considerado uno de los más bellos de Francia.
Después de caminar por sus calles, hay que acercarse a la muralla que rodea el poblado y llegar hasta alguna de sus tres puertas que aún se conservan.
Durante el paseo es necesario mirar hacia arriba para descubrir las torres que se yerguen sobre el río Serein.
Por último, es habitual que en verano, una sucesión de artistas callejeros se atrinchera con su música en la calle principal y nos deleitan con piezas de Brahms, Schubert o Chopin.
CHABLIS.
Rodeado por los célebres viñedos que producen un vino blanco seco, Chablis constituye otro gran ejemplo de pueblo medieval.
¿Qué hacer allí? Visitar la casa de la Obédiencerie, un antiguo monasterio construido en el siglo IX; y, por supuesto, saborear una copa de vino junto a un plato local en Fil du Zinc, un restaurante excepcional en el centro de la localidad.
VÉZELAY.
Con callejuelas estrechas medievales, casas románicas, mansiones de estilo renacentista y edificios de los siglos XVII y XVIII, Vézelay es otro imperdible en el derrotero.
Es famoso, además, por su basílica de estilo románico, punto de peregrinación del Camino de Santiago.
Otros sitios imperdibles para conocer son la Casa del Pontot o el Ayuntamiento; la casa del escritor Romain Rolland; y el Museo Zervos, con una importante colección de arte que incluye obras de Calder, Miró y Picasso.
FLAVIGNY-SUR-OZERAIN.
Otra joya medieval que ganó fama por su anís que se utiliza mezclado con azúcar para elaborar un producto típico siguiendo una receta centenaria. Esta delicia se sigue preparando en la antigua abadía benedictina.
El pueblo fortificado de Flavigny-sur-Ozerain despliega otros sabores clásicos deliciosos como la grosella negra, a la violeta, al limón o a la rosa.
SEMUR-EN-BRIONNAIS.
A lo largo de la antigua calzada romana hilvanada por iglesias y capillas románicas, Semur-en-Brionnais alberga varias joyas.
Una de ellas, la Colegiata Saint-Hilaire, fue construida en el siglo XII. Se trata de una de las últimas grandes construcciones románicas en Borgoña, de estilo clunisiano románico, aunque con algunos detalles de estilo gótico temprano.
El poblado también aloja al castillo más antiguo de Borgoña, bautizado Saint-Hugues, en honor al abad de la abadía de Cluny.
Otro imperdible es la iglesia románica de Saint-Martin-la-Vallée, bañada en tonos rosa pálido al amanecer y al atardecer.