EXREFUGIO DE ARTISTAS EN PARÍS.
Situado en el número 172 del Boulevard Saint-Germain, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, en el VI Distrito de París, el Café de Flore es uno de los más famosos de la ciudad.
Situado en el número 172 del Boulevard Saint-Germain, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, en el VI Distrito de París, el Café de Flore es uno de los más famosos de la ciudad.
Fundado aproximadamente en 1887, y bautizado así por una pequeña estatua de la diosa Flora –la diosa de las flores y la primavera– que había en las cercanías, el establecimiento fue refugio de intelectuales y artistas desde el mismo inicio de su actividad.
Así, durante la Primera Guerra Mundial, el poeta, novelista y ensayista Guillaume Apollinaire se reunía allí con sus amigos, entre quienes figuraba André Breton, lo que llevó al sitio a ser elegido por los surrealistas y dadaístas.
Posteriormente, en los años 30, si bien la vida artística e intelectual parisina todavía se desarrollaba en los barrios de Montmartre y Montparnasse, lentamente se iba trasladando también a Saint-Germain-des-prés. De esa manera, comenzaron a frecuentar el café los autores Jacques Prévert, Georges Bataille y Raymond Queneau, además de destacados pintores y escultores como Pablo Picasso, André Derain, Ossip Zadkine y los hermanos Giacometti.
Y, ya en 1939, con la mesa fija de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, el Café de Flore se convirtió en el centro de la intelectualidad del margen izquierdo del Sena. El famoso filósofo llegó a escribir: "Durante cuatro años, los caminos del Flore fueron para mí los caminos de la libertad".
A ellos, después de la Segunda Guerra Mundial, les siguió el particular Boris Vian y también Ernest Hemingway y Marguerite Duras.
Más adelante, el lugar fue frecuentado por los cineastas de la Nouvelle Vague y muchos de los grandes diseñadores de moda franceses.
Actualmente, el Café de Flore conserva ese aura de intelectualidad y modernidad creativa que lo hicieron tan reconocido en todo el mundo y por el cual muchos artistas siguen eligiendo sus mesas, tal el caso de la cantante, poeta y escritora Patti Smith, que cada vez que se encuentra en París acude al que es su café preferido en la capital francesa.
En sus elegantes interiores –con sobrias columnas, asientos forrados de rojo y finas sillas de madera– se puede degustar, además de buen café, exquisita patisserie y muy buena gastronomía, tanto a la hora del almuerzo como de la cena.
En la hermosa Piazza San Marco, sobre la vereda a cuya espalda se encuentra el Gran Canal, funciona el magnífico Café Florián.
Fundado en 1720 con el nombre de “Alla Venezia Trionfante”, ya desde sus comienzos se caracterizó por sus productos exclusivos y sus distinguidos clientes, entre los que figuraban intelectuales, nobles, políticos y “Don Juanes”, además de haber sido el sitio preferido de Lord Byron e Ígor Stravinski.
Con su refinado diseño y sus señoriales salones, el café –considerado el más antiguo del mundo– conserva el encanto y el lujo con el que fue concebido. Su terraza, sobre la plaza, regala una vista privilegiada de la catedral y, además de las mesas y sillas, dispone de un pequeño escenario donde todos los días un grupo de cámara ejecuta suavemente un agradable repertorio de música clásica, combinada por momentos con tango o famosas canciones populares.
En cuanto al interior, bien podría ser un pequeño museo, ya que en cada uno de sus espacios abundan las obras de arte. La Sala de los Hombres Ilustres, la Sala de las Estaciones y la Sala de la Libertad son ejemplos de ello.
En tanto, la Sala del Senado está decorada con las pinturas "La Era de la Ilustración, o Progreso", "La civilización educando a las naciones" y once paneles de distintas épocas; mientras que la Sala China y la Sala Oriental se inspiran en el Lejano Oriente con pinturas de amantes y mujeres exóticas.
También es posible apreciar pinturas de diez notables venecianos, entre ellos Goldoni, Tiziano y Pisani, en la Sala de los Hombres Ilustres y, en el Salón de los Espejos, obras con figuras de mujeres que representan las cuatro estaciones.
A la vez, sobresale la Sala Liberty, decorada en un estilo art nouveau con espejos pintados a mano y suntuosos revestimientos de madera.
Este perfil artístico tuvo su punto culminante en 1893, cuando el Florian se convirtió en el hogar de la Esposizione Internazionale d'Arte Contemporanea (Exposición Internacional de Arte Contemporáneo), que más tarde se transformaría en la Bienal de Venecia. En ese marco, desde 1988 el establecimiento es sede de una muestra de arte contemporáneo que se realiza cada dos años en conjunto con la Bienal: la "Temporanea, el arte de lo posible en el Caffè Florian", que invita a los artistas a reinterpretar los pasillos con una instalación.
A todo eso se suma, claro, el exquisito café y una variada oferta de scons, macarons, cup cakes, sándwiches de miga, vinos y cócteles que, si bien tienen precios elevados, vale la pena disfrutar al menos una vez en este espléndido e histórico café veneciano.
En el número 86 de la Via Condotti, a pocos pasos de la famosa Piazza di Spagna y la escalinata Trinità dei Monti, se encuentra el Café Greco, inaugurado en 1760.
Considerado el más antiguo de la ciudad y el segundo más antiguo de Italia –solo superado por el Café Florian de Venecia, de 1720– mantiene el mobiliario tal y como fue dispuesto en sus inicios: las mismas mesas de mármol, los espejos originales en las paredes, la sobria decoración en madera y el elegante tapizado de los muros.
Entre los personajes que lo frecuentaron se cuenta a Goethe, Franz Liszt, Schopenhauer, Stendhal, Lord Byron y Richard Wagner.
Asimismo, a mediados del siglo 19 fueron sus habitués los pintores españoles asentados en la ciudad eterna. Tantos unos como otros celebraban aquí sus tertulias, momentos de los que quedaron testimonios en forma de fotos, cartas y composiciones musicales adornando las paredes.
Ese tipo de encuentros culturales aún se mantienen en la actualidad, ya que asiduamente hay presentaciones de libros u otros eventos vinculados al arte.
Un atractivo adicional es el que brindan los mozos, que desarrollan su trabajo vestidos de frac, lo que, combinado con la música clásica que se escucha continuamente, crea una agradable y cálida atmósfera de otro tiempo.
Después o antes de probar algunas de las variedades de café disponibles, el visitante puede recorrer los pasillos de la misma manera que en un museo, admirando a cada paso y en cada pared la gran cantidad de obras de arte expuestas.
Quien visite Roma obviamente visitará la Piazza Spagna, así que no hay excusas para no caminar apenas unos metros y conocer este distinguido y refinado café romano.
La Confitería Colombo (Confeitaria Colombo) está situada en el centro histórico de Río de Janeiro y más de una vez ha sido elegida como uno de los 10 cafés más bellos del mundo.
Fundada en 1894 por inmigrantes portugueses, es dueña de una arquitectura y un ambiente que de inmediato remite a la Belle Époque de la que entonces era la capital de Brasil.
Su estilo art nouveau, los enormes espejos de cristal traídos de la ciudad belga de Amberes y el fino mobiliario de madera de jacarandá, junto a las barras de mármol italiano, el piso de sofisticados mosaicos, las grandes vitrinas y el magnífico vitraux del techo conforman un interior de asombrosa belleza.
Declarada Patrimonio Histórico y Artístico del estado de Río de Janeiro, durante más de un siglo la Colombo ha recibido en sus mesas a reconocidos artistas y políticos locales y, en el último tiempo, a miles de turistas que llegan atraídos por su encanto único.
Como en sus comienzos, la confitería continúa elaborando sus productos de forma artesanal, que luego son expuestos en el salón con una impecable presentación.
Con su sobria iluminación y un rico repertorio de clásicos brasileños ejecutados por un siempre simpático pianista, representa una inmejorable opción para almorzar o merendar mientras se pasea por la zona céntrica de la “cidade maravilhosa”.
Símbolo de la opulencia de la alta sociedad carioca de finales del siglo 19 y comienzos del 20, en el 32 de la Rua Gonçalves Dias la Colombo continúa exhibiendo su refinada esencia y distinguidos ambientes, e invitando a vivir un agradable momento en su aristocrático interior.